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sábado, octubre 25, 2008

Marquito El Lechero

Transcribo un fragmento de R.U.Y., de César Reynel Aguilera.
***
Era más fácil bronquear en el barrio. Los pececitos míos nadie los toca, la playita es mía y de mis socios, el que se meta con ellos se tiene que fajar conmigo. Hasta que apareció Marquito El Lechero. Déjame sacar la cuenta, sí, fue a finales de tercer grado; y dale con los nombres, Bro, imagínate lo que te dé la gana, el tipo era hijo del lechero, o era más blanco que el uniforme de los lecheros, o se robaba los litros de leche de las puertas de las casas. Asume la historia que más te convenga y déjame en paz con eso de los nombres.

El caso es que me estaba bañando en la playita y llegó el Mao corriendo a decirme que Marquito El Lechero le estaba quitando la cubeta a Bettina. A correr Ruy por el diente de perro, allí estaban, en el canalito con fondo de gravilla que está a la altura de calle Catorce. Bettina jalando por un lado y el bandido por el otro. Figúrate, me sentí el salvador de la amada en peligro, le grité que dejara el abuso, el mira-fondo era mío y no me daba la gana de prestárselo. Me desperté en la casa. Lo único que recuerdo es Marquito saliendo del agua y corriendo como un lince para arriba de mí. Después me contaron que me empujó por el pecho y caí de cabezas contra una piedra. Me llevaron para el hospital y estuve en observación la noche entera. Hipólito callado, Yeya peleando y Padrino explicándome las ventajas de aprender a cuidar la distancia.

A la semana regresó la noticia, Marquito El Lechero se estaba bañando en la playita de calle Doce, y estaba cantando “Vikingo, Vikingo, Ruycito no se baña los domingos”. Para allá fui a gritarle que esa vez iba a tener menos suerte. Yo en el aspaviento y el tipo rondándome con una piedra en la mano, hasta que me puso de frente al sol y, búmbata. Qué clase de pedrada me echó por el güiro, no la vi venir, el Ruy para la clínica de los becarios a que le cocieran la cabeza. Hipólito sin decir ni esta boca es mía, Yeya que había ido a hablar con la familia de ese niño y le dijeron que yo era el que lo buscaba, Padrino filosofando, cualquier cosa puede ser un arma, hay que estar atento al contrario, un emperador romano esperó a que el sol estuviera frente al enemigo para atacar.

En eso me pasé aquellas vacaciones. A donde va el Ruy. A fajarse con Marquito El Lechero. De donde viene el Ruy. De fajarse con Marquito El Lechero. Quién ganó. Marquito, no ves que el Ruy está llorando. Piedra, palo, puños, diente de perro, asfalto, cemento y tierra, de todo comí. Hasta en el agua me ganó. Se hizo el ahogado, y cuando saqué la cabeza salió detrás de mí y me dio una leña que lo que te cuente es poco. Yeya pidiéndome que dejara eso, siempre hay alguien más fuerte. El viejo no decía ni pío, y Padrino enseñándome a boxear, la guardia, sube la guardia, cierra los codos, no dobles la muñeca, el golpe regresa por donde salió, es como si tuvieras un tubo delante de los puños, Ruyci, por ahí sale el golpe y por ahí regresa, cuando golpeas los nudillos tienen que rotar, tienes que hacer un cuarto de giro con el antebrazo, eso te da fuerza en la pegada y te protege de las lesiones, no te vayas pa’lante, si pierdes el equilibrio te matan, la guardia, Ruycito, la guardia, eso es, uno, dos, y, un-dos. Tú sabes lo que pasa, que estás muy relajado, te pasas el día en la nadadera y eso te quita velocidad, tienes que hacer planchas, saltar la cuerda, claro, pa’ que los músculos se tensen y mejoren los reflejos. La gente salta la cuerda, los boxeadores la pasan por debajo de su salto. Estás avisando el golpe, mueves el brazo pa’ arriba y pa’ abajo antes de tirar, eso avisa al contrario, el factor sorpresa es muy importante, eso es, sin avisar, o mejor, mueves un puño y lanzas el otro, la finta, eso se llama finta, y el que la aprende siempre tiene ventaja. Oye Hipólito, este niño es un león tusa’o, me lo voy a llevar pa’l Palo Caga’o, a cujearlo un poco. Allá me iba con Padrino pa’ uno de los peores barrios de la Habana, llegaba y escogía uno de mi tamaño. Ruycito, perdiste, pero peleaste mejor, te vi más rápido. Creo que estás listo para el Lechero ese.

Esquina de Doce y Primera. Marquito, tu madre; y me dieron una leña que pa’ qué. Cualquier cosa que inventara me la estaba esperando. Como si hubiera nacido sabiendo. Padrino me regañaba, lo dejaste que se te pegara, tú no te das cuenta que a los puños ya no puede contigo, y entonces que es lo que hace, se te pega, y tú lo dejas, eso no es cuerpo a cuerpo, eso es maraña callejera. Te atrabancó contra la reja del hogar de ancianas y por poco te mata. Hasta las Siervas de San José salieron a ver la leña que te estaban dando. Lo dejas que se te pegue, y después no te deja vivir, te agarra y te mete los dedos en todas partes, ten cuida’o, Ruycito, ten cuida’o, mira que yo no quiero ser abuelo.

Pobrecito yo. Tenía la autoestima por el piso. Los socios casi ni me saludaban, y yo andaba convencido de que era porque no podía ganarle a Marquito. Pero después supe que era por otra cosa. Habían perdido el bichero. Se lo pidieron a Yeya prestado y se les perdió. El Mao se fue para lo hondo y se le cayó, por más que intentó bajar a buscarlo no pudo llegarle. Fueron a buscar a Hipólito y cuando regresaron ya no estaba, o confundieron el lugar, el caso es que evitaban decírmelo, a lo mejor con la esperanza de que el viejo les hiciera otro. Pero yo no lo sabía. Coño, y llegó Marquito con el bichero en la mano, y le grité ladrón, y él a explicarme que se lo había encontrado en el mar, sabía que era mío y venía a devolvérmelo. De nuevo le escupí el ladrón y volvió a darme una pela de antología. Me fui para la casa llorando, al rato llegaron los socios a explicarme que era verdad lo que decía Marquito, ellos habían perdido el bichero y les daba pena decírmelo. Hipólito abrió la boca, me pidió que me vistiera de limpio, teníamos que salir. Me llevó hasta calle Diez, buscó a Marquito en su casa y me hizo pedirle disculpas por haberle dicho ladrón. El socio me tendió la mano y se disculpó por haberse metido con Bettina. Quién se acordaba de eso, a partir de ese día fuimos buenos socios.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Ruy le dio la patada a la lata, muy bueno ...
F.C.

Zoé Valdés dijo...

Esta novela es una joya.

Anónimo dijo...

F.C., Zoé, muchas gracias, lo mejor que tiene esa novela es la gente que la defiende. Sólo por eso valió la pena escribirla.

Saludos

César

Anónimo dijo...

Cosas de muchachos! Muy bueno...

Anónimo dijo...

César, me encantó este capítulo de tu novela. ¿Dónde se puede encontrar? ¿Está disponible en Miami ya?
Y qué buena la entrevista que te hizo Zoé Valdez. Cuando estás hablando de los “aseres” se oye como fondo una gritería de, presumo, gavroches parisienses formando escándalo...Y lo del CVP donde quiera, jejeje...Ahora voy a buscar el libro de Enrisco.

Anónimo dijo...

Teresa,

Qué grata noticia este mensaje, acabo de leerlo, son las 11 y 30 de la noche y recién regresamos de una visita familiar. Un alegrón que te haya gustado este pedazo de RUY. El libro está agotado, me quedan tres copias que tuve que presentar a una beca que nunca me van a dar, si me las devuelven (dios quiera) te envío una.

Muchas gracias

César

Isis dijo...

Yo soy una R.U.Y. fan, así que agradezco que me encuentre este capítulo aquí.

Anónimo dijo...

Yo soy un RUY