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jueves, octubre 16, 2008

Elegía

Los amigos son objetos inservibles:
animales saciados de idas y regresos.
Se oxidan mientras bailan o mientras se devoran
y el polvo del ritual les sabe a cautiverio.

Conocen la textura de todas las ciudades.
Temen al parricidio lo mismo que al incesto.
Se muestran sobrios en casas enemigas,
ajenos, sospechosos y siniestros.

Nunca tienen obituarios ni tarifa.
Celebran los infartos, olvidan los cortejos,
orinan en los parques de cierta infancia ajena,
articulan monólogos de hierro.

Crecen en cada soledad desoladora.
Se transforman en árboles, en gatos, en espejos,
en acordes menores, en líneas espirales,
en banderolas tiesas, en pequeños pozos ciegos.

Se desdibujan, se evaporan y se funden,
son el cadáver exquisito del recuerdo.
Regresan siempre a sabotear los cumpleaños
cuando la memoria corrompe los almuerzos.

7 comentarios:

Jorge Salcedo dijo...

No sé si es el poema o el Adagietto de la Sinfonía No. 5 de Mahler que escucho mientras leo esto, pero algo me ha conmovido. Espero que todo esté bien.
Un abrazo.

Alexis Romay dijo...

Seguro fue el Adagietto de la Sinfonía No. 5 de Mahler.

Al margen de eso, todo bien, Salcedo. Gracias por tu nota. Escribí este poema poco después de mi llegada a Estados Unidos (y a raíz de ciertas actitudes de ciertos amigos, que por entonces llamaba “mis incondicionales” y aún vivían en La Habana). El poema quiere ser una elegía, pero empieza con ese verso que puede ser terrible. ¿Pero quieres que le dé otra vuelta a la tuerca? Pues bien. El poema fue publicado en “Hybrido”, una revista literaria de City University of New York, en el 2001. Y una amiga (que estudiaba en dicha universidad conmigo), lo leyó, se ofendió y me dejó de hablar como por dos semanas.

Ayer estaba escribiendo un texto para una revista española (¡qué nivel!) y rememoré estos versos. Desempolvé “Hybrido”. Y vi que el texto no me avergonzaba por completo. Así que decidí compartirlo aquí contigo... ¡Ahora no me vayas a dejar de hablar!

Y hablando de hablar: hablemos cuando tengas un minuto.
Un abrazo,

Anónimo dijo...

Los amigos son imputrescibles...

Saludos
F.C.

Anónimo dijo...

Es un poema con ángel. ¿Por qué va nadie a ofenderse con él? Bueno, al que le pica se rasca...

Jorge Salcedo dijo...

Bicho, dije que el poema me había conmovido, no ofendido. Como la muerte y la elegía se atraen, me preocupe un tanto por ti. Te llamo el fin de semana.

Alexis Romay dijo...

Tigre:

Claro que sé que dijiste que te había conmovido, no ofendido. Y, por lo que me compete, me doy por halagado y te agradezco encarecidamente. Comentaba la anécdota de mi amiga universitaria pues este poema tiene un historial de conmociones (positivas, negativas...). Ahora que lo pienso: quizá no venía a cuento...

Ah, no te equivocas: el poema tuvo que ver con una muerte. Pero no física.

Echemos una parrafada cuando quieras.

Un abrazo,
A

Anónimo dijo...

Mijito que brillante relación amor-odio...
Beso
N