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domingo, febrero 01, 2009

El Palace de G y 25

Un lector, que firma Omar Mantra, me dejó el siguiente comentario a propósito de un post sobre el edificio Palace. A petición suya y porque me parece interesante, lo comparto con los lectores de Belascoaín y Neptuno. (Gracias, Omar).
***

El Palace de G y 25.

En ese edificio estaba lo que fue la residencia de uno de mis tíos, periodista por más señas, y expedicionario de Cayo Confites. Hecho que recuerdo perfectamente, no por sus valores bla bla bla… sino por un accidente personal que me dejó una cicatriz en la cabeza, cuando me puse las botas del tío que le dieron en Cayo Confites, cuando salió de La Cabaña. Eran tan grandes, que me las puse sin esfuerzo, y yo tan chiquitito que me resbalé y caí de la Iglesia de Jesús del Monte y me rompí la cabeza.

Desde aquel tiempo sentía mucha admiración por el tío, claro, no por mi caída, sino por su aventura, y visitar ese edificio y ser recibido por el tío, era el mayor de los honores para nosotros los sobrinos.

Un día en una de esas visitas, me regaló La República de Platón, y nunca lo leí, ni siquiera lo hojeé. En aquel tiempo, era yo estudiante de Ciencias Políticas de La Universidad de la Habana, y el Co. Aldana (no sé si lo recuerdan) me había dicho personalmente que todos esos libros eran basura burguesa, y que leerlos me iban a confundir aun más de lo que yo estaba.

Evidentemente yo estaba muy “confundido”, según el tovarich Aldana (perdón, quise decir compañero) tan confundido como lo estoy actualmente.

Claro que me resultaba difícil identificar a Platón con las teorías burguesas comentadas por un tribuno marxista, y quizás porque el Co. Aldana, era un cuadro militante de la Juventud Socialista y tenía cierto poder, era mejor evitar choques con él y sus ideas filosóficas.

Fíjense a donde llegó después, aunque se cayó de todas maneras, estaba yo claro de no chocar con él y dejar al tío y Platón tranquilos.

Este mismo tío, que después estuvo exiliado en USA, durante la etapa de Batista, nos contaba del triste papel jugado por el Comandante en Jefe, en Cayo Confites.

Yo desconfiado como soy, casi paranoide, creía que eran relatos producto de su envidia y sus fracasos, pero parece que más bien lo hacía por caridad con los sobrinos para que idealizáramos al aguerrido Comandante, y vacunarnos contra el llamado “culto a la personalidad”, pues parece que Stalin no le caía nada bien.

De adolescente, eran otros tiempos, de ser guiados por los mayores, y por aquella misma vía, pasando frente al Edificio Palace, la casa de mi tío, mi abuela Chunga, me llevaba al médico en el Hospital Reina Mercedes, bautizado después Fajardo, y nos decía que esa era la calle de su Presidente José Miguel Gómez, “Tiburón”, que se bañaba, pero salpicaba, y que era cierto que malversaba a la a dos manos , pero que les daba a los demás, es decir según ella a los pobres. A mí no me pregunten pues no puedo siquiera imaginar cómo lo hacía...

Primeras lecciones de política familiar para aprender a admirar ladrones de altas esferas.

Ya más grande y con novia “con consentimientos” por allí nos dirigíamos hasta la Escuela de Filosofía y Letras Martín Dihigo, y ya tarde en la noche al regresar, por la misma vía, detrás del Calixto García, bajo los frondosos árboles de la Avenida de los Presidentes rendíamos culto al Eros tropical, exacerbados por nuestra juventud, más bien de ella, pues ya yo entrado en la treintena.

Muy cerca de allí, de ese lugar, mi padre también hizo su historia, como escolta del Príncipe fue atacado por presos comunes que trataron de asesinarlo para quitarle su arma de reglamento.

Pobre hombre, de origen campesino, nombrado policía por Antonio Guiteras en una plaza de alto riesgo y sin ninguna consideración social, a pesar de ser gentil y amigo de muchos presos políticos que tuvo que proteger.

Sí, esa esquina me trae muchos recuerdos, tantos como la esquina de Neptuno y Belascoaín donde pase toda mi adolescencia y mi juventud y me inicie en mis labores de venta de vendedor en la tienda La Popular de Manuel Canoura, presidente de la Artística Gallega, y después en los portales de Belascoaín, desde Neptuno hasta San Miguel frente al café El siglo XX y la Casa Prado. Pero esta es otra etapa que les contaré en otra ocasión.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

En la parada de la esquina, frente a la residencial de G y 25, siempre me tropezaba con Cecilio Aviles, dibujando a plumilla a alguno de sus personajes. Pleno periodo especial y ni siquiera tipos como el se salvaban de la debacle!

Lo otro, soy graduado del Fajardo, asi que el comentario de tu lector me trae mas de mil recuerdos...

Ah, para terminar, JM Gomez fue el presidente mas querido de la Cuba republicana. Claro, reunia los requisitos: populista, simpaticon, hiper nacionalista y anti norteamericano.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Ese edificio está lleno de historias, esa que publicas hoy, no la conocía.

Saludos
F.C.

Anónimo dijo...

¡Qué interesante estampa, Omar! Gracias por compartirla, pasé un montón deveces por allí. Y la frase "novia con consentimiento" me gustó mucho...