«Abrochate o Boleto». Ésta ―más que una broma de mal gusto que ignora a cabalidad el uso de la tilde o la mayúscula― es toda una amenaza: o “me abrocho” o no hay Dios que me libre de un “boleto”. Semejante disparate hasta hace unos meses se paseaba por las calles de Union City, tatuado en los autobuses del sistema de transporte público. Al leerlo, muchos trabajadores, visitantes y vecinos del área se harían las mismas preguntas que me hice yo: ¿abrocharme qué?, ¿la portañuela?, ¿la camisa?, ¿los zapatos?, ¿qué tipo de boleto me darán?, ¿de tren?, ¿de avión?, ¿o acaso están rifando entrada para una función en el Park Theater?
La primera vez que leí dicho cartel, pensé automáticamente en su muy efectivo equivalente en lengua inglesa: “Click It or Ticket”. Sólo gracias a esa referencia, es decir, sólo gracias a mi diálogo interno con mi otro idioma ―y, debo admitir, al complemento visual del anuncio en español que muestra las imágenes de un policía y La Parca, ambos al acecho de conductores desabrochados―, pude entender que quienes tradujeron esta frase en realidad querían decir: “abróchese su cinturón de seguridad o de lo contrario será multado”. Lamentablemente, dichos traductores decidieron sacrificar el contenido del mensaje en busca de una frase corta (y, muy a su pesar, incomprensible).
Otro de mis disparates favoritos también podía leerse recientemente en autobuses de NJ Transit y proclamaba, en un español que no envidiarían ni Chita, la sabia mona de Tarzán, ni Felipe Pérez Roque: «Hable a sus hijos sobre LAS GANGAS antes de que NOSOTROS tenemos que hacerlo». No me voy a enredar con la desatinada conjugación del verbo “tener”. Es obvio que, si no saben dónde va una tilde, estos traductores jamás aprendieron el modo subjuntivo.
Lo cierto es que no supe cómo reaccionar al leer tan tierna barrabasada. Me debatía entre la risa y el llanto. El motivo es simple: “ganga”, en su acepción más usada, significa, según el Diccionario de la Real Academia Española: “cosa apreciable que se adquiere a poca costa o con poco trabajo”. (O sea, que si tradujéramos la frase de vuelta al inglés, quedaría: Talk to your kids about BARGAINS… before we have to).
Por si las moscas (que no ha de ser traducido como “by if the flies”), busqué en dicho mataburros y, para mi sorpresa, encontré que en su última acepción, “ganga”, en Puerto Rico, significa: “pandilla callejera de mala reputación”. El único detalle notable es que New Jersey no es la bella isla caribeña, como tampoco es ―no puede serlo― El Salvador, Honduras, Nicaragua, etc. New Jersey ―casi en la misma medida que New York― es el melting pot, la olla en pleno proceso de ebullición, el punto de encuentro de infinidad de tribus, la Torre de Babel, lo múltiple, lo diverso… Y en medio de esa multiplicidad, quienes no son portorriqueños no tienen por qué entender esta acepción (local) de la palabra “ganga”.
Estos ejemplos intentan demostrar que de lo que se quiere expresar a lo que, en efecto, se expresa, en ocasiones, va un largo tramo. En el primer caso, los anunciantes optaron por mantener el mismo formato de la frase en inglés: “esto o lo otro”. Y al hacerlo, erraron al tutear al público, erraron al traducir literalmente el imperativo “Click It” y erraron una vez más al desconocer que la palabra que buscan en español es “multa”, no “boleto”. En el segundo caso, pecaron al traducir la voz inglesa gang por un falso amigo: la palabra que más se le acerca en la tan vilipendiada lengua del Quijote.
Los anunciantes tienen la tarea de comunicar un mensaje (cualquiera) y la necesidad de hacerse entender por el mayor número de gente posible. Si dicho mensaje viene plagado de errores o lleno de regionalismos, su efectividad, su alcance y, por tanto, su propósito, peligran. (A los amigos y lectores portorriqueños, les pido que imaginen cómo luciría dicho anuncio si en lugar de “ganga”, se usara el vocablo que designa “pandilla callejera” en los contextos argentino, mexicano, costarricense o de cualquier otro país del Caribe o el centro o sur de, ay, Nuestra América. Sería como si a mí en este texto se me escaparan mis temibles cubanismos y dijera “guaguas” en lugar de “autobuses”. ¿Quién me iba a entender más allá de los que nos fugamos de las garras del Traductor en Jefe?).
El uso inapropiado ―casi podría decirse barbárico― del castellano en estas tierras pobladas de hispanohablantes, en mis días de más puro optimismo, cuando menos, me asusta. Esta práctica irresponsable e indiscriminada necesita un parche, un dique, todo un muro de contención para evitar que se nos desangre la lengua, que se ahogue en la hemorragia que le provocan sus victimarios y muera, como no mueren los buenos boleros, rodeada de “traductores” y de gangas y de boletos.
martes, abril 29, 2008
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5 comentarios:
Hace mas de 25 anos cuando llegue a la ciudad de Nueva York, y lei los anuncios en espanol, en los trenes subterraneos, me pregunte: "Quien tiene la direccion de la publicidad en espanol de esta ciudad y cuanto le pagan? Creo que aqui puedo hacer algun dinero". Y lo hice...
Las cosas han mejorado mucho, pero joyas como "abrochate o boleto" son dignas de retratar.
(Ironicamente, no puedo poner acentos o tildes desde la computadora donde escribo).
Way to go Bustrofedon!
Como dice Escolastica, la culpa la tiene el "ay bendito..."
Desde mi esquina, donde a diario cometo este tipo de errores y cuando me oigo me asustan a mi mismo, que propone usted que puedo hacer para eliminarlos. que puede hacer el resto de los mortales, no muy intelectuales, para disminuir la cantidad de "abrochate o boleto" en nuestro dia a dia?
Que podemos hacer?, leer a Bustofredon, enviarle fotos con todas las canalladas para aniquilar al traidor. El lo matara con bombas de sabiduria y carcajadas.
Anónimo:
¡Honor que me haces! Gracias.
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