Transcribo un fragmento de R.U.Y., de César Reynel Aguilera.
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Al cuatro esquina no me dejan jugar, me vieron una vez y ahí mismo decidieron que soy el ampaya, por umpire, Bro, el árbitro. Recojo las apuestas, canto las jugadas y le doy su dinero al que gane. Cinco pesos por jugador, si es un tres contra tres, entonces son a quince pesos las siete entradas. Se juega con un casco, eso es una pelota de tenis que ha perdido la capa protectora, una bola negra con una costura de goma blanca, Puppy le inyecta aire para que camine más, yo tengo que rebotarla un rato contra el pavimento hasta que se caliente, lo que pongo en las manos de los jugadores es un petardo.
Bro, una de las esquinas se convierte en la punta de un rombo, desde ahí se batea la bola y se camina hacia las bases; la esquina que está a la derecha es la primera base, la que está enfrente y en la diagonal es la segunda, y la que está a la izquierda es la tercera, solo se puede batear hacia una de las bandas, casi siempre la que está entre segunda y tercera, la mayoría de los jugadores son derechos. ¿Tú nunca has visto un juego de cuatro esquinas? A las dos de la tarde, cuando la gente huye del calor y las calles están vacías; cuando el pavimento es un espejo negro y los bichitos de candela se esconden bajo las hojas de los laureles. Las camisas colgadas de las ramas de los árboles, los torsos desnudos y sudorosos; play ball, y la pelota flotando sobre la palma de la mano del primer bateador, el brazo como un resorte que se suelta desde bien atrás, el puño cerrado si busca fuerza, la mano abierta si quiere colocación. La bola recibe el impacto y sale como un cohete, rebota contra el asfalto y se desliza, negro sobre negro, como una piedra plana sobre un mar en calma chicha. Es un juego de súper-reflejos, bien jugado es una cosa digna de verse, interceptar esa bola que va saltando sobre la calle es algo que no se puede enseñar, atraparla es un acto de magia. Los buenos jugadores se mueven con un sincronismo increíble, un defensor captura la bola y sabe que en la primera base ya tiene que estar uno de los suyos esperando por su lanzamiento, el bateador sale caminando a ver si llega a la primera base antes que la bola que están lanzando. Ese es mi trabajo, chequear que el bateador no corra, que vaya caminando desde el home plate hasta la primera, mirar cual de los dos llega primero, el hombre o la bola. Ruy, no me digas que eso es quieto. Ruy, no me digas que eso es out. Es lo que yo diga y al carajo el mundo, al que no le guste que se vaya a jugar a otra esquina, en esta mando yo. Okey.
Si la bola se pierde tengo que ir a buscarla, en un juego de profesionales eso pasa pocas veces, pero cuando pasa es una verdadera jodientina, tengo que salir corriendo detrás del petardo, averiguar la trayectoria y adónde fue a parar, si se metió por una ventana la cosa se complica, tengo que asomarme a ver si hay alguien y pedirle, disculpando la molestia, con mucha humildad, que nos devuelva la bola, mil promesas a flor de labio, tendremos más cuidado la próxima vez. Las viejas gritan y pelean, los hombres refunfuñan y las muchachas, bueno, las muchachas se bañan desnudas.
martes, abril 08, 2008
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