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domingo, enero 11, 2009

Injusticias en la(s) ciudad(es) del sol

El viernes salimos a cenar con los padres de mi ahijada, quienes a su vez habían invitado a una pareja de sudafricanos. El rapor con los recién conocidos fue instantáneo, como también lo fue mi constatación de que en casi una década de vida en Estados Unidos nunca se me había presentado la oportunidad de intercambiar largo y tendido con nativos del país que acuñó el término “apartheid”, concepto que alcanzó su nefasto esplendor en mi tierra natal.

El tema Cuba hizo su entrada antes del plato fuerte. Con pincel de brocha gorda les dibujé la macabra realidad de la isla. Los sudafricanos no salían de su sorpresa. Aquello de que a la población cubana no le estaba permitido tener negocios propios o entrar a hoteles, establecimientos, playas y lugares destinados exclusivamente al turismo extranjero les era penosamente familiar. Casi no podían dar crédito a lo que les contaba. ¿Cómo era posible que tal cosa pasara en Cuba y que ellos nunca hubieran escuchado nada al respecto?

Mi respuesta, no por baladí es menos cierta: porque en Sudáfrica, en su momento, un grupo que se autodenominó United Artists Against Apartheid (artistas unidos contra el apartheid) hizo pública su condena y determinó no cantar en la Ciudad del Sol mientras estuviera en pie el régimen imperante. Sin embargo, en Cuba, con iguales restricciones al pueblo, Ry Cooder se las agenció para enlatar la nostalgia por la miseria ajena.



Ay, ¿cuándo alguno de estos seres que antaño cantaban contra la injusticia se dignará a condenar el apartheid que aun subsiste en la ciudad de las columnas?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es que siguen creyendo que en Cuba todos son iguales..sin darse cuenta de que, como en la granjita orwelliana, "unos son más iguales que otros."

Rosa dijo...

Eso es lo peor de nuestra situación, que es como si no existiera. Se que otros pueblos han pasado y pasan por cosas tanto o más terribles que nuestra odisea, sin embargo en esos casos hay un clamor internacional prácticamente unánime en contra, pero en el nuestro nada, o más bien, todo lo contrario. Te dicen que es mentira lo que dices, sin más. De ahí la sensación de impotencia que sentimos todos.