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viernes, enero 09, 2009

Estampas habaneras (XII)

El Caballero y yo
Teresa Dovalpage

Hoy se me había ocurrido hablar sobre la librería de L y 27. Era una de mis preferidas porque tenía más variedad (relativa, se entiende) que la que queda en esa esquina que por un lado da al Habana Libre y por otro al Coppelia. Como desde niña yo era ya comelibros, guardaba urracamente el dinero que me daban en casa para comprarme algo que leer los sábados, cuando mis padres me llevaban a tomar helados. Supongo que a ellos les enorgullecía el encontrarme tan aplicadita, pero a la vez, mi comportamiento fortalecía la opinión de bicho raro que se habían formado de mí.

Bueno, ésta era la idea original del post, pero me llegó otra. Pues ¿cómo estar escribiendo sobre las esquinas habaneras y no mencionar a un personaje que frecuentó tantísimas de ellas? Qué va, eso es imperdonable. Así que aquí les traigo una anécdota sobre José María López Lledín, el Caballero de París.

De éste corrían un montón de historias: que si su familia se ahogó durante el naufragio del Valbanera, que si lo acusaron injustamente de robo y en la cárcel perdió la razón... Que si era gallego, que si era de Oviedo. En fin. Mis primeros recuerdos de él son olfativos: el pobre Caballero no olía bien, acto disculpable si se tiene en cuenta que carecía de hogar y que no mantenía estrechos vínculos con el agua y con los jabones. Se sentaba en quicios o en el suelo, envuelto en una capa oscura. Hablaba solo. Y yo, que nunca he sido muy valiente, le tenía terror.

Solía encontrarlo en los portales de la iglesia del Carmen, en Infanta, durante los mencionados paseos familiares a la recherche del helado. Una de aquellas tardes, venciendo la mieditis, me acerqué a él y le di (no sé por qué, fue un impulso instantáneo) un peso de los que guardaba para mi provisión bibliófila. El Caballero lo aceptó y me regaló una pluma adornada con hilitos de estambre.

Lo tomé como aviso de lo alto. Naturalmente, el destino me quería decir con tan extraño mensajero que yo debía ser escritora. ¡Si estaba más claro que el agua...! Aquella tarde pasé con gran prosopopeya delante de la librería y anuncié a mis padres que ya no necesitaba comprar más libros, pues pensaba escribirlos yo.

Mucho más tarde supe que el Caballero regalaba plumas a casi todo el mundo. Pero en aquel momento me hizo sentir una chica especial. Predestinada para las palabras.

El Caballero murió en 1985 en el hospital psiquiátrico de Mazorra. Ojalá que descanse en paz, haciendo plumas mágicas en el otro mundo. O quién sabe si escribiendo con ellas, ¿no?

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Teresa, eres una removedora de recuerdos excelente.

La librería de L y 27 era pequeña y acogedora. Yo la visitaba mucho. Allí trabajaba una señora, de piel oscura, que vivía frente a mi casa en Lawton. Ella me avisaba cada vez que salía algo nuevo y yo partía rápido a comprarlo. A veces se la jugaba y me lo guardaba hasta que yo llegara.

El Caballero de París, gran personaje. Te hablo ahora desde los años 52 a 55. Mi bisabuela --a quien yo visitaba muy a menudo junto con mi madre-- vivía en un pasaje con muchas viviendas exactamente frente a la Iglesia del Carmen, con una entrada por Infanta y otra por Basarrate. Cuando yo llegaba lo primero que hacía era salir a buscar al Caballero --para contemplarlo con curiosidad y admiración--, que siempre estaba ahí donde dices o al doblar de la esquina de Infanta y San Lázaro. Hermosos tiempos.

Anónimo dijo...

Ahora que los leo me viene a la mente algo notable. La esquina de San Lázaro e Infanta, que buen lugar para una crónica. Tiene historia.

A. Savón

Isis dijo...

Teresa, me has llevado de vuelta....
Saludos al querido Bustro.

Anónimo dijo...

¡Gracias por los lindos comentarios! Max, tú eres el dueño de un caudal de recuerdos que tienes que escribir, chico. Ya me acuerdo del pasaje de Infanta y Basarrate, claro. Como yo vivía en Carlos II conozco esa zona bastante. A. Savón, estoy tratando de acordarme..San Lázaro e Infanta ¿ahí no estaba Lámparas Quesadas, frente al Parque de los Mártires? Ahora creo que es una shopping, ¿o no?
Isis, hace unos días vi tu entrevista con Zoe en la Rueda Bohemia, gracias por escribir aquí, chica. Mi abuelo era un apasionado de todo lo relacionado con Napoleón (hasta quería ponerle Josefina a mi madre, figúrate, pero mi abuela se negó) y a cada rato iba a lo que yo llamaba" en peregrinación" al museo napoleónico.

Ernesto G. dijo...

Gracias por este interesante post. Yo donde recuerdo haber visto al Caballero es la cafeteria que estaba cerca de la Cinemateca de Cuba, se me olvido el nombre...

Anónimo dijo...

Ernesto, cuando dices Cinemateca de Cuba no estoy claro si te refieres al Cine La Rampa --en cuyo caso es la cafetería Wakamba-- o al cine Chaplin, en 23 y 12 --cafetería La Pelota, que estaba enfrente.

A. Savón

Ernesto G. dijo...

Me referia al Chaplin, gracias por recordarme el nombre. Y la cafeteria es la que dices, La Pelota. Entonces a los dos cines se les llamaba Cinemateca de Cuba?

Rosa dijo...

Yo veía al Caballero también a cada rato. Me había hecho la idea de que era en los portales frente al Capitolio, pero tal vez era en Infanta porque por ahí también pasaba a menudo. Pero nunca me atreví a acercármele, mira tu. Tal vez si me hubiera regalado la pluma... (nada Tessy, just kidding, tu naciste con el don de la escritura, eres fantástica!).