Un excelente reportaje publicado en la más reciente edición de The New Yorker trae a la palestra a Alan Rogers, mayor del U.S. Army y ―según evidencia el artículo― una de las mentes más brillantes de la Inteligencia norteamericana. Su muerte, en enero de este año, ha desatado un debate entre quienes optan por ocultar la inclinación sexual de Rogers ―una legión en sentido literal: el ejército― y un grupo de activistas que ha decidido usarlo como punta de lanza contra la política de “Don’t Ask, Don’t Tell” (no preguntes, no digas), que establece que en tanto los miembros del ejército norteamericano no manifiesten abiertamente una “conducta homosexual”, no se les preguntará al respecto y aquí no ha pasado nada.
Hasta la presidencia de Clinton, la homosexualidad estuvo prohibida en las filas del ejército. El demócrata intentó echar por tierra esta regla, pero ante la oposición que recibiera por parte de las altas esferas del Army tuvo que conformarse con pactar ese término medio de “Don’t Ask, Don’t Tell”, que establece una diferencia ―muy borrosa, todo sea dicho― entre la homosexualidad (la cual no es prohibida en teoría) y la conducta homosexual (que conlleva expulsión inmediata del ejército).
El reportaje de The New Yorker me hizo pensar en Aquiles ―quien sostuviera una estrecha relación con Patroclo, descrita en ocasiones como profunda amistad o amor― y en el sobrenombre que le endilgara Homero en ese libro dedicado a describir la cólera del héroe “de los pies ligeros”. En la década del cuarenta del siglo pasado, el eufemismo al uso en Estados Unidos para denotar que un hombre era gay era precisamente definirlo como alguien de “pies ligeros”. No me consta que el origen de la frase sea la Ilíada y el supuesto romance entre Aquiles y Patroclo, pero el paralelo me llevó a imaginar esta política de “Don’t Ask, Don’t Tell” durante el sitio de Troya. Las líneas que siguen se desprendieron solas.
Aquiles, semidiós de pies ligeros
―desolador de la ciudad sitiada―,
decidió compartir la madrugada
con uno de sus más fieles guerreros.
No digas ni preguntes al respecto.
No toques ese tema peliagudo.
Hermánate a tu lanza y a tu escudo,
que Patroclo es su hermano predilecto.
Mañana en la batalla lloraremos
cuando el talón mortal sea perforado
y el más veloz sucumba a su destino
y en las exequias no mencionaremos
su preferencia por el bien amado.
No siempre hay que llamar al vino, vino.
domingo, agosto 03, 2008
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1 comentario:
Me gusta esa frase" El de los pies ligeros", creo la voy a usar mucho, el soneto muy sonoro.
Saludos
F.C.
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