Esta broma me hizo recordar un truco malsano que se estilaba en La Habana de los noventa: a los billetes de uno y cinco dólares se les dibujaba un cero detrás del número original. En el trueque, el papel moneda aumentaba diez veces su denominación. Estos billetes, por lo general, no eran usados en “diplotiendas” ni comercios estatales, pero se podían encontrar con descarada frecuencia en la feria del malecón y otros lugares gestionados por los —“hoy eres legal, mañana veremos”— vendedores por cuenta propia.
Inmerso en la paranoia monetaria de aquellos días, ideé una fórmula para detectar billetes cubanos falsos. Tomo por ejemplo el de diez pesos, con el inescrutable rostro de Máximo Gómez.
He aquí dos maneras de descifrar su autenticidad:
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- Doble el billete en dos, luego, en cuatro; luego, si el papel lo permite, en ocho.
- Golpee el billete contra una mesa.
- Abra el billete.
- Si en el anverso los espejuelos del Generalísimo están intactos, el billete vale.
- Si en el reverso la Plaza de la Revolución está desierta, el billete vale.
- Golpee el billete contra una mesa.
- Abra el billete.
- Si en el anverso los espejuelos del Generalísimo están intactos, el billete vale.
- Si en el reverso la Plaza de la Revolución está desierta, el billete vale.
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- Tome el billete en su mano derecha, mientras mantiene ésta en el bolsillo de su pantalón.
- Entre a una tienda de recuperación de divisas, vulgo diplotienda o “shopping”.
- Compre un artículo cualquiera, siempre y cuando su valor no alcance los dos dígitos.
- Diríjase a la caja.
- Entréguele el billete a la persona al otro lado del mostrador.
- Si dicha persona no sufre un incontrolable ataque de risa, el billete vale.
3 comentarios:
Todo eso me es ajeno. En "mi tiempo" no podíamos pasar ni por la puerta de dichas tiendas. Hasta para la humillación hay diferentes grados de sofisticación.
Se levanto jocoso hoy, estimado Bustro.
Por favor, aplique variante B en lo que me ha mandado, ponga "single" no "at least", a ver si puedo coger por los cuernos a ese texto. Mis saludos y mi carcajada.
(En mis tiempo, como dice el anonimo, no podias ni traspasar los jardines de esas diplotiendas.)
Una de cal y otra de arena...
Me he reido mucho.
Saludos
F.C.
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