Inspirados en un motivo equino, Jorge Salcedo, Heriberto Hernández y yo estamos armando un Frankenstein. He aquí el resultado (hasta ahora):
Una vez nos robamos un caballo
que parecía un tren, un chicle, un piojo,
un perro, un acertijo y un despojo
o una yuca pasada por un guayo.
No galopaba al viento como un rayo
y mirándolo bien era un chipojo;
cambiaba de colores a su antojo,
nos sirvió de transporte y pararrayo.
Nos curó de los miedos de la infancia,
Nos curó de los miedos de la infancia,
nos curó del pasado y del futuro,
pero nada nos dijo del presente,
aunque a juzgar por esa cosa rancia
aunque a juzgar por esa cosa rancia
que se asemeja a ratos al cianuro,
era menos caballo que serpiente.
4 comentarios:
Los poetas están muy jacarandosos...
Re saludos
F.C.
No era un caballo, era un penco
Culibajo y pedorrento.
Gracias Alexis, apenas pude poner un verso. Es que apenas he tenido tiempo de entrar unos segundos, pero da gusto.
Pero Teresa...no sea así con el potrico!
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