Reproduzco un texto (*) de Teresa Dovalpage.
***
Aquellos que dicen: “Me gustaría ir a Cuba antes de que cambie” no lo hacen con el objetivo de insultar. Es más, puede que incluso tengan buenas intenciones. A fin de cuentas, lo único que quieren es ver Buicks y Fords de los años cincuenta, esos que parecen haber salido de un episodio de Twilight Zone, como me dijo no hace mucho un profesor retirado —un profesor que porta una gorrita a la Che Guevara, por cierto—.
Generalmente los que así se pronuncian suelen prestarse, encantados de la vida, a echarles una mano a los nativos. Así le he mandando a mi madre, que todavía vive en La Habana, un montón de paquetes con amigos americanos. Americanos buenas gentes, nada feos, a quienes no se les ocurriría decir, por ejemplo: “Me gustaría visitar Guantánamo antes de que cierren la prisión”. Ni mucho menos: “Ojalá hubiera podido ir a Auschwitz antes de la liberación”.
Claro que estoy exagerando. Una no puede comparar a un país entero, no importan cuán represivo sea su gobierno, con una prisión o un campo de concentración. Y sin embargo, Cuba, los campos de concentración y las prisiones tienen algunas cosas en común. A saber: sus habitantes no pueden dejar el lugar sin permiso, comer los alimentos que prefieran, expresar sus opiniones ni practicar su religión libremente, por sólo citar unas cuantas.
Cuando mis amigos americanos me dicen que piensan visitar Cuba —ilegalmente en la mayoría de los casos— siempre les contesto: “Bueno, vayan y fíjense bien en cómo son las cosas por allá”. Mi esperanza es que mientras se pasean en esos carros del año del ruido noten también los edificios destruidos, los ómnibus repletos y malolientes bautizados como camellos, las bodegas vacías y el monótono tiquitiqui del discurso oficial.
Pero, ¿lo notarán? No es fácil atisbar a través de la cortina sanitaria que envuelve a los turistas extranjeros apenas aterrizan en la isla. Los turistas se quedan en hoteles en los que hasta el 2008 no se permitía a los cubanos alojarse ni siquiera una noche. (Ahora se les permite, suponiendo que puedan pagar por su estancia en moneda dura). Los turistas viajan en ómnibus con aire acondicionado y no en camellos apestosos. Van a cenar a El Floridita, a La Bodeguita del Medio o a otros restaurantes por dólares en que la mayoría de los nativos teme pisar. Y no tienen manera de saber, por ejemplo, que los niños cubanos pierden el derecho a comprar un litro de leche cuando cumplen los siete años.
Claro, se me dirá que lo mismo pasa cuando los extranjeros viajan a Haití, Jamaica y hasta a algunas regiones de Brasil. No se quedan en las chozas de Port-au-Prince ni en favelas como las que aparecen en Ciudad de Dios. Pero todavía no he escuchado a uno solo de estos viajeros decir: “Me gustaría ir a Haití (Jamaica, Brasil) antes de que cambie”. Esto es, antes de que las mencionadas chozas y favelas desaparezcan. Eso sonaría feo, ¿verdad? Sería algo políticamente incorrecto y, a no dudarlo, de mal gusto.
___
* Este texto fue publicado originalmente en inglés en tumiamiblog.
lunes, abril 06, 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
7 comentarios:
Trato de entender el sentimiento de estos turistas bien intencionados, pues no deseo juzgarlos, pero me da la impresión de que ven a Cuba como una especie de Circo.. Algo que pronto "cuando cambie" perderá su esencia, que se yo. No puedo evitar que ese comportamiento me entristezca
Niurki
Muy equilibrado y justo. Dio en el blanco. Saludos,
El Beno
Yo fui un turista que quería ir a Cuba "antes de que muriera Fidel" ¿Por qué? ¿Porque quería tirarle manises a los monitos cubanos?
Pues no. Quería ir antes de que se muriese Fidel para comprobar con mis propios ojos cómo se vivía en Cuba. Porque... ¿a quién creer? ¿A los de un lado, o a los de al otro?
A lo mejor,todo era "propaganda fascista", como quieren hacernos creer los de izquierdas, con la gorrita del Ché Guevara... O a lo mejor, todo era "propaganda izquierdista", como quieren hacernos creer los de "derechas". Por supuesto, tanto lo de derechas como lo de izquierdas, va con segundas.
Pues sí, fui a Cuba "antes de que muriera Fidel", con un infinito respeto hacia el pueblo cubano, y volví con mi opinión hecha en primera persona.
Y sí, mando "paquetitos" y ayudo en lo que puedo a varias maravillosas personas que conocí en ese país. Y volví con mi opinión hecha... de que hay sitios muchísimos peores en el mundo, por supuesto, pero que la "revolución" ha fracasado, y que jamás apoyaré a un régimen que hace que las personas vivan de la forma que yo sentí como vivían.
O sea, que no todos los turistas que vamos a Cuba a ver como es "antes de que muera Fidel" somos unos idiotas descerebrados, que vamos a ver a los "pobres indígenas". Yo fui, me hice mi idea, sobre el terreno, y volví.
Y desde que volví, soy antirrevolucionario ¿Pasa algo?
Fui, pensé y volví, está muy claro,
yo por mi parte no voy a Cuba, ni a recoger centenes de oro, cómo decía mi abuelita, bravo Teresita!
Saludos
F.C.
Gracias Niurki, Beno, Fui y F.C.
Gracias por todos sus comentarios. Fui, lo siento si en la traducción suena como que critico a las personas que van a Cuba. No es el caso. ¿Con quién mandaríamos paquetitos, entonces? Y si no fuera por ustedes, los que van, piensan y regresan a darle al mundo nuevas de lo malo que está aquello, quizá nadie creería cuán horribles son las cosas en realidad. No es el hecho de que vayan turistas a la isla lo ue motivó el articulejo sino el hecho de que en algunos casos lo hacen parecer como la visita a un circo, con todo y monitos. Veo que no es tu caso y disculpa si te ha ofendido.
Teresa, yo pienso al que le sirva el sayo pues que se lo ponga.
Tu escrito es muy claro..
Niurki!
Teresa, no hay ofensa. Admiro profundamente tus escritos. Sólo que me gusta aclarar un tema que a veces, me toca las narices. Que conste que soy gran fan tuyo. Besos.
Publicar un comentario