Hoy viene a cenar a casa un grupo de amigos. Nada hay de heroico en la oración anterior. Y eso me gusta. No tenemos una agenda específica, pero supongo que hablaremos trivialidades y asuntos de peso. Algo es seguro: descorcharemos un buen vino y despotricaremos a nuestras anchas. A lo largo de la noche, a nadie en mi cuadra o vecindario le importará cuándo llegan, cuántos son los comensales, a qué hora se retiran, o qué temas serán tocados en esta velada invernal. Ninguno de los invitados temblará cuando alguien toque la puerta. Ni a uno solo de mis convidados podría ocurrírsele que en el umbral se aparecerá un policía, empecinado en interrumpir lo armonioso del convite con una orden de arresto pues la cena ha «transgredido todos los límites de la tolerancia».
De este grupo selecto, sólo uno —ay, yo— estará consciente de que el encuentro bajo nuestro techo es legal y posible gracias a la primera enmienda de la Constitución de los Estados Unidos de América, que, de un plumazo, nos garantiza libertad de culto, de expresión, de prensa, de reunión, o de petición de cambios al gobierno. En algún momento lo recordaré. (Hay ciertas cosas que no me gusta tomar por sentado). Predigo la reacción de un confín a otro de la mesa: alguien levantará una copa y brindaremos por este derecho, que es en ciertos lugares del mundo —pienso en Cuba, por poner un triste ejemplo— un privilegio inexistente.
Mientras esto acontece en un lugar cualquiera de Nueva Jersey, en La Habana, Yoani Sánchez y Claudia Cadelo —junto a un grupo de la incipiente blogosfera cubana que durante meses, sin publicidad ni secretismo, han venido organizando un encuentro de bloggers que tendría lugar hoy— se enfrentarán a la arbitrariedad del gobierno cubano, que las ha amenazado con «tomar todas las medidas y hacer las denuncias pertinentes y las acciones necesarias» si llevan a cabo dicha actividad.
Por suerte, mis amigos no dicen estupideces de la calaña de: «¿Pero en realidad somos libres en Estados Unidos?». Tengo una paciencia muy limitada para estos casos de miopía política.
sábado, diciembre 06, 2008
Cuento de dos ciudades
Etiquetas:
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Yoani Sánchez
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5 comentarios:
Amen!
Saludos.
Pudiera decirte muchas cosas ahora mismo, como que tu nuevo libro "Los culpables" me ha movido el piso fuertemente, y el final ya me saco las lagrimas por mis propias culpas.
Es una joyita de la literatura y digase asi porque no es un libro grueso sino tan delicado como el contenido de sus poemas, llenos de sensibilidad hasta para el mas insensible.
Gracias Alex por este regalo, tan especial.
Mama
No hay cosa mejor que despotricar con tranquilidad y sin miedo. Tu post viene muy bien para recordar que por muchos años no tuvimos ni siquiera el derecho de pataleo...
amigo, me gusta esa frase (Hay ciertas cosas que no me gusta tomar por sentado), pq debemos valorar siempre la libertad que tenemos quienes salimos de la isla. Las cosas simples como conversar con amigos, escribir lo que quieras, hacer un blog, mandar una carta a un diario, dar tu opinión, elegir qué quieres leer, hacer, son bienes preciosos que a nuestros compatriotas se les niega.
Cuánta razón tienes Alexis, eso es lo que más aprecio de estos lugares, "La Libertad", en la isla me faltó más que el resto, y ahora la disfruto a fondo. Ojalá los cubanos la puedan conocer algún día.
Saludos
F.C.
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