Teresa Dovalpage
Tras su nacionalización, a la que siguió una década de hibernación, la antigua Sears se abrió exclusivamente para los “viajeros de la comunidad”, o, como les decía la gente, los gusanos que retornaban convertidos en polícromas mariposas. En ese sentido fue un antecedente directo de las diplotiendas de los 90. La venerable abuela de las shoppings, vaya. Como en mi familia no teníamos parientes comunitarios, no llegué a conocerla. Fatalidad.
Después cerraron el local de nuevo y pasaron tres o cuatro años más para que reencarnara como el Supermercado Centro, durante los ochenta. Allí se vendían ¡por la libre! pollos, cakes, quesitos de lujo y me parece que bebidas también. Digo “me parece” porque tampoco logré visitarlo. Dado que las colas eran más largas que la del cometa Halley, mi padre marcaba a las tres de la mañana, lo relevaba mi abuela a eso de las siete y cuando llegaba la hora de entrar, allá iba la comandanta, esto es, mi madre, que era quien decidía lo que se podía comprar y lo que no. Un día hablaré más del tema, pero les aseguro que mi familia era un matriarcado. El caso es que, por más que le pedí a la mandamás que me dejara acompañarlos, me azoró siempre. “¿Qué tienes tú que hacer ahí, chica, en medio de una cola donde te van a estar dando empujones? Ponte a estudiar o entretente con un palito y mierda, anda”.
Unos diez años más tarde, cuando el difunto Centro había vuelto a dar otra vuelta kármica, ahora transformado en un Joven Club de computación, me dirigí a sus puertas a fin de ver de cerca una computadora. Aunque a consecuencia de mi apresurado paso por la facultad de cibernética me hacía poca gracia todo lo relacionado con esta ciencia arcana, pudo más la curiosidad y allá me fui.
A la entrada del Joven Club me detuvo una guardiana envuelta en uniforme verdealgo y creo que hasta con pistolón a la cintura.
—¿Adónde tú vas?
—Yo… esto… yo soy profesora de la universidad y vengo a ver si puedo usar una computadora —tartamudeé.
—No, mija, no, ¿qué tú te piensas? Tienes que traer una autorización de tu departamento que explique para qué necesitas saber computación. Además, hay que pasar un curso primero, no es cosa de llegar y de sentarse delante de uno de esos aparatos así de a Pepe. Y luego tienes que hacerte socia del club y traer tus documentos y pedir tiempo de máquina y…
Pero en mi departamento me comunicaron que no había motivo alguno para que una simple profesora de inglés perteneciera a un Joven Club, que mejor me pusiera a traducir un artículo de Alfredo Guevara a la lengua de Shakespeare —lo que constituía el equivalente a mandarme a jugar con un palito y mierda, supongo.
No sé qué será del local ahora. ¿Es todavía un Joven Club, es una shopping, se ha convertido en patrimonio de la humanidad? Quizás, si un día regreso a Cuba, tendré más suerte y podré trasponer sus umbrales. Quizás, quizás, quizás...
8 comentarios:
Buena memoria, Teresita. Así mismo recuerdo también la época. Por entonces trabaja como traductor de alemán e inglés en el Departamento de Documentación del MINBAS, sito en la planta baja del edificio de la antugua Compañía de Electricidad en la avenida Carlos III.
Leyéndote, reviví la mañana en que un grupo de colegas, aguijoneados por la curiosidad, fuimos a cierta tienda de Galiano para admirar por primera vez en las vitrinas las calculadoras electrónicas de bolsillo en venta por asignación.
Y el mediodía en que nos arremolinamos todo alrededor del eufórico marido de una tocaya tuya para admirar los tres "faldos" con cinturón y los pulóveres que acababa de comprarse en el recién inagurado mercado paralelo.
Embullado, esa misma tarde me compré una muda, con la que me emperifollé para (joven y presumido como era a la sazón) darme vistilla en la oficina al día siguiente.
Un fiasco: apenas trapuesta la puerta del edificio, para mi sorpresa y bochorno me saludó la chica más guapa desde la escalera mecánica con un estentóreo: ¡¡¡Fajao!!!, que enseguida se convirtió en coro departamental. Yo no tenía la menor idea del significado de esa palabra, pero enseguida me sacaron de la inopia: pantalón de rayas con camisa a cuadros.
Viendo que el escarnio no tenía para cuando acabar, le pedí permiso a Alicia, la obesa y autoritaria jefa del negociado, para ir a cambiarme de camisa o pantalón.
Otrosí, en el supermercado especial Centro, sito en el antiguo edificio de Sears en la esquina de Reina y Amistad, los Pomar lo teníamos más fácil para comprar que tu familia: siempre aflojándole uno o dos "Camilos" (billete 20 pesos) a un colero estrella del Parque de La Fraternidad.
El monto de los honorarios dependía del número de cepos. Pues desde la acera del parque serpenteaban varias colas separadas por clases de víveres: "Pescados y Mariscos", "Bebidas y Licores", "Dulcería" y "Laterío", que era la más larga de todas.
Si mal no recuerdo, un ticket daba derecho a comprar en dos departamentos afines pero no en los demás. Sin contar el acoso policial al enjambre de especuladores. ¡Una jodienda meterse en aquella pelotera!
Reproduzco y enlazo tu excelente post con este comentario. Ahora mismo voy a echar un vistazo en el closet para ver si encuentro la camisa y el pantalón adecuados para retratarme "fajao".
Saludos,
El Abicú
Mira tu, yo tampoco entré nunca en la famosa Sears, en ninguna de sus etapas. En los dos primeros casos me pasó exactamente como a ti: no tuve "mariposas" (mis "gusanos" eran de los que se habían ido en el 61, y p'atrás ni pa coger impulso), y mi mamá, las pocas veces que podía darse el lujo de ir a "Centro" me decía más o menos lo mismo que la tuya. En cuanto al Joven Club, ni lo intenté. Tuve suerte no obstante con otro en el Cerro en el que una amiga me metió en un curso de aquellos de Word Perfect y MS-DOS, antes del Windows, o al menos antes de que este asomara por allá.
Me ha encantado también el comentario de Pomar, me acuerdo mucho del cuidado que ponía para no andar "fajá" que no era fácil. La verdad que estas Extampas no tienen desperdicio. Por eso no me las pierdo, gracias Tessy!!
Sí, son sin desperdicio, yo no conocí los ochenta allá( por suerte), sí compré en Sears, en épocas más tempranas, los 60 y algo. Qué desastre!!!
Saludos
F.C.
Caramba que bien este recuento, cuantas manos de pintura para este lugar...
Y tambien la sensacion amarga de saber que el acceso a la informacion desde hace medio siglo ha estado restringido en Cuba, limitado a los canales donde se habla con la lengua del senor.
Alla se necesita de inmediato la "blogoestroika" el acceso de internet sin restricciones para cada cubano,
Vivimos en medio de la ERA Digital,
el mundo pasa del monOlogo al diAlogo, de la acción a la interacción, pero en la isla NO PASA nada...
Al ciudadano cubano, le urge encontrar un espacio para opinar lo que desee, para consensuar su criterio con los otros y para convocarse fuera de los canales utilizados por el gobierno, esa carencia de Instituciones civiles puede ser aliviada por el acceso a internet, que los conectaría entre ellos y con el mundo, dándoles la posibilidad ser libre en las redes, ya que la libertad les ha sido negada en su propio país.
un abrazon, G.A.
Teresa ya sabes desde donde te hablo, en Barcelona tambien hubo un SEARS pero no vale mi comentario, lo que vale para mi, ademas de tu " ESQUINITA "son los comentarios que te dejan.
Alexis,que buena suerte tener de coloboradora a Teresa
Tere, una vez casi me desmayo para cogerle un cake de nata a mi mamá en el día de las madres. De madre!!! Creo que me fui sin nada. pero otras veces sí lo logramos. eran una delicia los helados de coco en su cascarón, el queso untable, las paleticas, el cake helado... Todo sangreao... y luego entrar a escondidas al edificio donde vivíamos porque los del comité nos tenían echado el ojo. eran los días del Centro, cómo ha llovido desde entonces.
Cristina
¡Muchas gracias por todos los comentarios! Jorge, me acuerdo del MINBAS, yo vivía allí cerquita, en Carlos III y Espada y a cada rato pasaba por los portales. Me has refrescado mucho la memoria. Y me he reído cantidad con lo de fajao...¡las empleadas de Coppelia, pobrecitas, esas sí que vivían en bronca permanente!
Rosie, tú me vas a dar clases de compu a mí cuando nos veamos en Oviedo, ¿verdad? FC, entonces tú conociste Sears la de verdad, antes de las mutaciones.
Asere, y tienes toda la razón, ¡viva la blogoestroika! Marta, no vi la Sears de Barcelona, me acuerdó del Corte Inglés donde había las mismas cosas que en las tiendas de aquí y tres veces más caras, oops...Cristina¡un cake de nata, qué rico! y toda esa enumeración me ha dado hambre, voy ipso facto a buscar algo que jamar...gracias de nuevo a todos.
Tere,
ese es el sabor que me viene a la memoria con esta estampa: Un delicioso cake de nata.
Saludos
CRA
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