Pongo un pie fuera del avión y casi se me amarga la sonrisa: acabo de llegar y ya me persiguen a todas partes los carteles que promueven viajes a Cuba; no a la Cuba profunda en la que reprimen a Yoani Sánchez, sino a la antiséptica pecera desde la que los extranjeros observan ―y se enamoran de― la isla. Decido no dejarme perturbar con la maquinaria turística del régimen.
Recogemos las maletas y enrumbamos a Aduana. El oficial nota ―en mi pasaporte norteamericano― que nací en la ciudad de las columnas. Le da por preguntarme motivo y duración del viaje y mis respuestas me hacen ver que bailamos un vals estipulado. Cuando terminamos la coreografía, me da la bienvenida a Canadá. Como dicta el guión, le doy las gracias.
Cambiamos moneda. Lo sabía, pero corroborar en persona que el dólar canadiense es más fuerte que el norteamericano no deja de preocuparme.
Andamos un par de minutos hasta que veo las puertas de cristal veteado. Intuyo el reencuentro. Trago en seco. Mi madre nos espera a la salida. Cuatro años de no vernos no caben en estos apuntes.
Vamos al hotel. Cenamos. Bebemos. Hablamos hasta que nos vence el cansancio. Mañana será otro día. Los entendidos terminarían el comercial de la siguiente manera: «si empieza con Bacardí: sano, sabroso y cubano».
Recogemos las maletas y enrumbamos a Aduana. El oficial nota ―en mi pasaporte norteamericano― que nací en la ciudad de las columnas. Le da por preguntarme motivo y duración del viaje y mis respuestas me hacen ver que bailamos un vals estipulado. Cuando terminamos la coreografía, me da la bienvenida a Canadá. Como dicta el guión, le doy las gracias.
Cambiamos moneda. Lo sabía, pero corroborar en persona que el dólar canadiense es más fuerte que el norteamericano no deja de preocuparme.
Andamos un par de minutos hasta que veo las puertas de cristal veteado. Intuyo el reencuentro. Trago en seco. Mi madre nos espera a la salida. Cuatro años de no vernos no caben en estos apuntes.
Vamos al hotel. Cenamos. Bebemos. Hablamos hasta que nos vence el cansancio. Mañana será otro día. Los entendidos terminarían el comercial de la siguiente manera: «si empieza con Bacardí: sano, sabroso y cubano».
2 comentarios:
Muy buena viñeta, Alexis. El periplo obligado de nuestro Ulises criollo, in a nutshell. De veras excelente.
Oh, Bustro, que emocion ese encuentro! My best wishes for all of you! Disfruten ese encuentro familiar, expriman los minutos por todos los minutos que esa dictadura nos ha robado!
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