Mi escuela alegre y bonita
Teresa Dovalpage
Entre los libros que traje de Cuba está el más conocido de Edmundo D’Amici. Y ayer precisamente, desempolvando mis libreros, di con aquel viejito, ya bastante despeluzado ejemplar de Corazón.
Por muchos años creí que el tal libro debía ir junto a los de Bradbury en el clóset que en mi casa fungía como biblioteca. Aquellos maestros preocupados y amables, aquellos estudiantes respetuosos que (con una excepción) pueblan las páginas de Corazón no podían ser realidad, ¿eh?
Ay, mi escuelita primaria, centro habanera y barriotera... Si D’Amici la ve, le da un infarto. Creo que la calle donde estaba era Sitios, pero no puedo asegurarlo. Lo que sí me atrevo a jurar era que el olor que se sentía apenas transpuesto el umbral era a comida agria, a leche requemada, a sudor, a bocas no lavadas, a aguas albañales, a mierda y, leve, indiscretamente, a ratón. Ratón que habitaría una de las mil hendiduras de las desconchadas paredes de las aulas, que no se pintaban jamás.
“Mi escuela alegre y bonita” rezaba la calcomanía de la puerta, sin duda puesta allí por un geniecillo maléfico e irónico. Pues la escuela primaria José Joaquín Palma tenía poco (si es que tenía algo) de estas dos cualidades.
Y si sólo fuese el edifico de categoría Z... pero los maestros, señor... ¡los maestros! El ejemplo para las nuevas generaciones, los forjadores del futuro...Y veo de nuevo a María, que tendía los pañales de su hija a secar en el aula, en una tendedera improvisada entre pupitres. Y a Elena, la terrible, que dejaba a su hijo levantarles las sayas a las chicas y no sabía sumar. (Elena, no su hijo). Y al boquirroto de Juan, que llenaba la clase de coños y carajos cuando no le prestaban atención. Y a Emma, la pobre Emmita, cuyo marido, querido o significant other iba al aula a dormir la siesta. Lo llamábamos indistintamente Esopo (como al jorobado de Enrique de Lagardere, porque era maletúo) o el Bello Durmiente...
Cuántos recuerdos y evocaciones me han traído, por asociación contrastiva (si tal término existe) el tropezar de nuevo con ese libro maravilloso y sci-fi que es Corazón.
viernes, noviembre 14, 2008
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7 comentarios:
Teresa se lee con una nostalgia que hiere. Adoro sus relatos. Yo, tengo otra Cuba que contar. ¡Ay, si pudiera tener la mitad de su arte para contar mi historia!
Vaya Tessy, también me traje el libro "Corazón", entre los pocos con los que pude cargar, porque mi hija lo adora. Idílico en medio de la guerra, siempre me pregunté lo mismo que tú, puede la gente ser tan ideal en circunstancias tan terribles?
Mi periplo de escuelas centrohabaneras - pues se estaban cayendo todas y nos trasladaban de unas a otras para "repararlas" (aunque seguro que con la mitad de los materiales asignados, por eso al poco tiempo estaban igual o peor) - incluyó nombres como "26 de Julio", en San Rafael y Lealtad (si mal no recuerdo), "Juan Vitalio Acuña", por Escobar, y "Sofiel Riverón", en Perseverancia o Manrique, la verdad es que ya no recuerdo con exactitud la localización, pero las imágenes siguen frescas.
Yo también vi personajes como los que describes, y me encantaría tener ese talento que tienes para convertirlos en literatura, pero eso no nos es dado a todos. Gracias por hacerlo tu, tan bien.
Saludos,
Rosa
Tessy, corazon es uno de mis libros preferidos tambien. Oye yo fui a la JJPalma igual que tu aunque unos annos antes. Juan dejo de ser maestro en el setenta y pico y se metio a carnicero, tremendo hp que era. sigue escribiendo, nina.
Ah y te vi en la feria rozandote con la grandeza. siempre hay un ojo que te ve ;-)
Gracias, Rosa y anónimos.Me tienen super spoiled con tantos elogios...Anónimo 1, anímate a contar tu Cuba también, anda...
Esta chica tiene el arte y la manera de contar horrores en modo alegre, y le queda muy bien.
Saludos
F.C.
Teresita: Eres un genio con las palabras. ¡Trome! Yo también leí Corazón y fue uno de mis libros favoritos cuando niña. Aún recuerdo la carátula y las historias lindas... No puedo imaginarme un colegio tan horrible como el tuyo. Pero, mira qué bien saliste por tu propio mérito. ¡Te admiro aún más!
Adalucía
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