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martes, noviembre 18, 2008

Abajo quién tú sabes

1
Estaba repasando unas fotos de mi antiguo barrio con la esperanza de que me ayudaran a escribir una escena de mi segunda novela cuando me vino a la mente el periodo de finales de los ochenta y principios de los noventa, época en que el futuro ministro de relaciones exteriores y por aquel entonces presidente de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), Robertico (sic) Robaina empezó a organizar conciertos multitudinarios que atraían a la muchachada adormecida y abúlica y que terminaron por secuestrarle a la “novísima trova” lo poco que le quedaba de rebelde,
haciendo coexistir en infeliz tarima a Fidel Castro y Carlitos Varela, esos grandes genios del espectáculo que, al parecer, tenían un público en común. Recuerdo aquellas cintas blancas en las cabezas y las garabateadas consignas en negro que las recorrían de un lado a otro y daban cuenta de un optimismo inmerecido, de una victoria abrumadora sobre un enemigo invisible. Aun me cuesta olvidar todos los letreros producidos en masa que entonces y de la noche a la mañana cubrieron cada superficie plana de la ciudad con colores tan chillones como el triunfalismo que preconizaban y que repetían ya fuera sobre paredes de concreto, portones de madera o rejas de metal: «Te seré fiel, Revolución» y demás estupideces al uso.

2
Si alguien me preguntara cuál es el colmo de la adulación —desgracia que abunda en mi tierra y se conoce con los más carismáticos nombres de guataconería o chicharronería—, sin chistar ni pensármelo dos veces —y dejando al margen las genuflexiones del ministro cubano de (in)cultura en la presentación del más reciente libro de su comandante—, respondería que una pintada progubernamental en un muro de alguna calle de cualquier ciudad, sobre todo si la ciudad en cuestión es La Habana o alguna otra de ese país de las sombras largas y chinescas.


3
Adoptar el grafiti —que como todo fenómeno contracultural surgió precisamente para hacerle resistencia al establishment— para apoyar al status quo es no sólo una bajeza, sino una ironía indescriptible. Y viceversa.

4
Aquí me detengo un minuto a imaginar posibles escenarios de cómo fue a parar dicho letrero al muro:

- Un “revolucionario” —al amparo de la noche y de la policía que lo vigila y protege— con aro balde y paleta y lechada de mala muerte pinta la inscripción.
- Un policía atrapa a alguien con las manos en la masa, alguien que estaba a punto de hacer grafiti, esto es, grafiti verdadero, es decir, grafiti subversivo. El oficial lo conmina a modificar el mensaje. Ya conocemos el resto.
- Un chiste que rondaba hace década y media en la capital cubana describía a un personaje que había terminado de escribir en un muro: “Abajo F”, cuando una patrulla que hacía la ronda nocturna lo descubre, lo detiene y lo increpa por sus acciones, a lo que el artista gráfico responde: «¿Me pueden aclarar cómo se escribe Flinton?».

Sólo así se explica ese “Viva Raúl” que aparece en la foto que ilustra esta nota.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena imagen de lo "pathetic" que es la publicidad en Cuba. Me trae a la mente un letrero pintado a mano en un muro de piedra justo a la salida de mi edificio cuando vivía en Madrid:
¡Putas al poder, sus hijos ya lo están!
Un beso.
QF

Anónimo dijo...

yo creo que era viva raul el bodeguero por darnos comida!!!

Rosa dijo...

Del chiste de Flinton me acuerdo bien. Hasta los locos en Cuba solo se atreven a decir: abajo Batista! es tal el terror que ni ellos se salvan si mencionan la F o la R. En fin, pa que???

Anónimo dijo...

¿Qué resistencia puede haber, donde no se puede hablar, ni escribir libremente?

Saludos
F.C.

Anónimo dijo...

Ay, sí, ya me acuerdo de aquellos conciertos medio cheos, qué horror. Y lo de los antigraffitis da para mucho jugo. Otro que me viene a la mente es el agregado a "Señores imperialistas, no les tenemos ningún miedo", al que dicen que le pusieron al lado "les tenemos envidia."
Si non e vero e ben trovato...O algo por el estilo. Disculpen mi italiano macarrónico.