Mientras viví en La Habana y, sobre todo, a finales de los noventa, yo era una máquina de escribir poesía. O, más específicamente, una máquina de escribir poemas y peomas. (El peoma es un poema tan escandalosamente malo que merece una categoría aparte). Producto de la censura imperante en Cuba, estos poemas y peomas míos de hace una década eran abstractos, simbólicos, de muy difícil lectura... ¡incluso para mí! El hermetismo de la voz poética de entonces respondía al hecho de que, como es sabido, en la isla, para decir “el perro tiene hambre” hay que dar un elegante rodeo y escribir “me gusta mucho tu gato”. Esta peculiaridad hace que La Habana ostente el mayor por ciento de poetas y peotas por centímetro cúbico en el mundo.
Hasta el momento de mi llegada a los Estados Unidos, jamás había escrito ficción. Practicar dicho género en Cuba, para mí, era un desperdicio y un despropósito, pues la forma en que quería exponer y comentar la vida en la isla bajo la omnipresente bota del régimen podría haber acarreado problemas que iban desde la inminente perdida del trabajo (un trabajo miserable, pero trabajo al fin) hasta una posible sentencia por el folclórico delito que allá nombran “diversionismo ideológico”.
En resumen —y esto lo sé hoy, pero no lo sabía entonces (o, peor, no quería saberlo)—: en La Habana yo le temía a mis palabras y las posibles consecuencias que éstas me podrían traer. De tal suerte, opté por escribir los antedichos poemas y peomas. Sin embargo, una vez en Nueva York, ya sin mesas redondas, ni CDR, ni Ley Mordaza, la novela se me reveló como el formato apropiado para lo que quería contar.
Todavía hoy me sorprende el entusiasmo y el impulso con que escribí mis Salidas de emergencia. Terminé el primer borrador del manuscrito, que tecleaba en mi tiempo libre —lo que equivale a cualquier momento desde que salí de Cuba—, en cuestión de un año. Escribir la novela no fue la tarea más ardua. La parte engorrosa fue ponerla a dieta: quitarle el colesterol, las malas grasas, las sales, el exceso de agua y el teque, la muela, el panfleto (esas tres grandes obsesiones cubanas). Entre una cosa y otra, la novela perdió unas 50 páginas. Dar con la editorial adecuada para el manuscrito fue una odisea penosa e insólita que quizá merezca otra novela, que prometo no voy a escribir. No es mi intención hacerles el cuento de la buena pipa.
Encabezan Salidas de emergencia dos citas de sendos escritores que militan en bandos opuestos. Esto lo hice con la mejor de las peores intenciones. El primer fragmento lo extraje de un libro de García Márquez, de la época en que todavía era escritor. Esta cita, además de describir a mis personajes, definía mi estado de ánimo al lanzarme a este proyecto. Dice el Nobel: “…y sentía nostalgia de la escuela, del pizarrón y del mapa de un país superpoblado por los excrementos de las moscas”. La segunda cita, de Milan Kundera, comenta sobre el exilio (ese estado natural del cubano) y la imposibilidad (física, emocional) que presupone el retorno a nuestra tierra natal. Dice Kundera: “Quien echa a perder sus despedidas, poco puede esperar de sus regresos”.
Encontré mis salidas de emergencia cuando pisé suelo neoyorquino, en septiembre de 1999. Unos meses después, mis personajes, poco a poco, comenzarían a encontrar las suyas.
sábado, julio 19, 2008
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6 comentarios:
Parece que no voy a leer Salidas de emergencia.
Saludos muchos,
Precioso post Alexis. Un abrazo.
No creo que todos tus poemas fueran
"peomas", probablemente en aquel momento esa fue la puerta de salida para escribir y de alguna forma lograbas decir algo aunque no fuera dicho de la mejor manera.
Yo creo que los errores son importante porque sirven de aprendizaje y ahi lo tienes con tu Salida de Emergencia.
Omara
Parece que yo tampoco, querida Isis; me gane el libro en una especie de concurso que hizo el autor de este blog, tan estimado por ti y por mi, y desde entonces lo espero, ya ni siquiera asumo que sea de manos del escritor, del cual solo me separa el rio Hudson, hasta le he propuesto que me lo envie por el correo... pero tampoco llega... Estimado Bustro: Lo prometido es deuda, and word means to me... anyways... sigues estando entre mis Culpables preferidos... (dame razon de este ultimo, cuando puedas...) Un abrazo.
Tus peomas, no sé, no los he leído,pero tus poemas son excelentes.
La cita de Kundera me gusta mucho, la de G.G.M., no sé que decir, es que el Gabo, ça me gave...
Saludos
F.C.
Yo también escribí cosas malas malísimas allá, lo cual no quiere decir que haya escrito cosas buenas acá. Pero, lo importante es escribir, ejercitar los huesecillos de la mano, y como bien dices, sin ese rodeo "teórico-práctico-dialéctico" para de alguna forma querer ser aceptado por la sociedad cubana=editoriales=a censuras, o sea, que estábamos tan bien mal educados, que nos autocensurábamos durante mucho tiempo nosotros mismos. Y lo peor es que aún sucede. Sólo debes leer algunos blogs que se hacen dentro de Cuba para respirar el aire estéril de los párrafos, no digo ya, literatura, sino simples crónicas sobre política, economía, o vida social.
Alex, este tema me inspira a escribir un post, y te pido prestado el link del mismo.
Un saludo.
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