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lunes, diciembre 01, 2008

Los culpables, según Eufrates del Valle

En Los culpables, escondido en la cadencia del endecasílabo, Romay intenta sanar al muchacho que fue cierta vez, caminando su ciudad natal, inocente todavía de la obra de los verdaderos culpables. Por algún azar, dividió este grito en cuatro partes. El proceso, un ciclo de veintitrés sonetos, escrito cuando ya el autor, al parecer, se sentía a salvo; así creía:

«El día en que perdimos la memoria,
los sabios nos trocaron los papeles:
premiaron la soberbia de los crueles,
recrearon el giro de la noria».

Pero comprendió que de ese proceso ya nadie se salvaba, porque:

«Nos hicieron eternos e invencibles,
inmunes al dolor de las partidas,
ermitaños, modernos criminales».

Acto seguido: Las evidencias. Esta segunda parte, de tres poemas, entrega sendas versiones de una Isla. Pinta con brocha suelta un retrato «hiperrealista», otro, «impresionista», otro «expresionista». Es aquí donde su voz es más desgarrada. Pero el poeta no hace nada para ocultarse. Notas al margen, la tercera parte, es un recorrido de emociones: urgente, unas veces, reposado, otras, hacia esa ciudad que dejó, para rescatar aquellos pedazos de sí mismo que allí aun quedaban:

«Siempre regresarás a lo que fuiste:
el azar, los instintos animales
y la perpetuación de un viejo rito».

El libro culmina con tres sonetos agrupados bajo el título Diario de Nadie. Yo diría, sólo por contradecirle, «Diario de todos». En Réquiem, se rinde, con el cansancio del que veló a su dolor y ahora aprende a vivir tal como se hace con el dolor de otra ausencia, exponiéndose:

«Nada es igual. Nada ha cambiado tanto.
Ya nadie es inocente ni culpable.
Ya el perdón se asemeja a la condena».

Y dejo al margen el último verso del último poema. Es decir, se los dejo para que lo lean por sí mismos. Agregarlo aquí sería contarles el final de una historia; un final que se sospecha, pero que, como la culpa misma, nunca se quiere aceptar.

Eufrates del Valle (autor y editor de El Imparcial Digital
).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias a Eufrates por sus lindas palabras, dan deseos de leer el libro de poemas.

Saludos
F.C.