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viernes, diciembre 19, 2008

Estampas habaneras (IX)

La Plaza Carlos III (2)
Teresa Dovalpage

Es Navidad en Cuba. Y desde que Juan Pablo II aterrizó en La Habana y la recorrió en papamóvil, los Reyes Magos (desterrados en los sesenta por monárquicos y contrarrevolucionarios) fueron de nuevo bienvenidos a la isla. Los árboles de Navidad brotaron como por ensalmo del suelo de las shoppings y las guirnaldas se atrevieron a agitar, aunque tímidamente, sus pestañas multicolores. Los pobres Santa Claus no han sido readmitidos, por no sé qué confusión con el Uncle Sam. Allá verán ellos.

En la Plaza Carlos III se reflejó con pasmosa fidelidad este cambio finisecular. Y aunque es feo citarse a una misma, aquí los dejo con un fragmento de mi novela Muerte de un murciano en La Habana (Anagrama, 2006,) donde la Plaza Carlos III en Navidad desempeña un papel muy principal:

«La Plaza Carlos III se abarrota en diciembre como arca de Noé ante los nubarrones del diluvio inminente. Hasta cola hay que hacer, en las tiendas baratas. ¡Hasta cola! Y la gente se pregunta intrigada de dónde sale tanta plata, cuál es el manantial de todos esos dólares, algunos flamantes y lisos como hojitas de primavera y otros que recuerdan flores resecas, aplastadas entre las páginas de un álbum con versos de amor.

Bienaventurados los que tienen unos cuantos fulas sobrantes para gastar en baratijas. Ésos, y también muchos que no tienen pero que sueñan con tenerlos, suben despacio por la rampa que lleva a la tienda de Todo A Dólar, aspirando con reverencia el aire oloroso a las pizzas hawaianas, de jamón y piña, que venden en los bajos. Después de media hora o más de espera, se hacen, los que cargan el guano, de un arbolito plástico y de una caja de bolas doradas. Si les alcanza la plata compran también una guirnalda de guiños psicodélicos y un paquete de escarcha artificial.

Aún más bienaventurados los que reciben remesas esporádicas de parientes de afuera o tienen negocitos más o menos ilegales (tratos con extranjeros, pequeña paladar) dentro del territorio nacional. Ésos corren a la tienda de ropa. Allí se enfundan en Levi’s —auténticos algunos, los otros made in Guanabacoa. Se pertrechan de zapatos plásticos italianos, de blusas taiwanesas y de licras deportivas, tan ajustadas que se incrustan hasta en las entretelas de la piel».

5 comentarios:

Rosa dijo...

Que buena estampa! El retorno de la Navidad de la mano del Papa fue todo un acontecimiento para nosotros. Pero la amnistía no alcanzó al pobre Santa, que sigue condenado para desgracia nuestra.

Anónimo dijo...

Tessy, Hidelsia me mando el enalce a tus estampas y las estuve leyendo hoy. Date bombo, quey a no tenemos abuelas. Sobre el subterraneo de Carlos III creo que se usaria para guardar comidas, como almacen, no piensas? Voy a tratar de encontrar tu murciano en la libreria de Miami,saludos
Maite D.

Ernesto G. dijo...

http://ernestospage.blogspot.com/2008/12/estampas-miamenses.html

Anónimo dijo...

Teresita:

Describes tan bonito ese poemario La otra mejilla que me dan ganas de leerlo, ¡ya! ¡Qué suerte haberte topado con ese libro! Voy a buscarlo en Allá.

Anónimo dijo...

¡Hola!
Gracias, Yoana, Maite, Adalucia y Ernesto. Yoana, tienes razón, el pobre Santa ha tenido que esperar para la amnistía y todavía está en veremos. Ernesto, voy rauda y veloz a ver tus estampas miamenses. Adalucía, enseguida te mando un enlace para el libro de Belkis. Maite, gracias por tu aporte para resolver "el msiterio del pasadizo". No me parece mala idea lo del almacén, aunque, como lo que más vendían allí eran vegetales, frutas y carne fresca, no creo que necesitaran almacenarlas...Seguiremos indagando estilo Chan Li Po.