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viernes, septiembre 05, 2008

De la maleabilidad de los metales

Antillana se pronuncia
(con permiso y con licencia)
y con cierta ambivalencia
gime, critica y denuncia.
Algún obrero renuncia
—oh, qué palabrita, ¡obrero!—.
No le digan “compañero”,
ni lo obliguen a desfilar,
y no lo manden a templar
¡ni a su jefe ni al acero!

4 comentarios:

Jorge Salcedo dijo...

¿Así se templó el obrero?

Alexis Romay dijo...

¿Así se templó el obrero?
No había quien lo templara.

Anónimo dijo...

Está bueno el juego de palabras, hoy si no voy a buscarle la punta, es arriesgado...


Re- saludos
F.C.

Eufrates del Valle dijo...

Buenisimo, Bustro!